Y en mitad del relámpago, te das cuenta de que es triste no poder compartir un minuto de felicidad casi plena. Triste y feliz, paradojas de los conciertos.
Qué poco me gusta ir por Embajadores de madrugada y qué gracia me hace ver a una pareja escupiendo su felicidad en un césped.
(Pensar que me perdí esto porque coincidía con otro concierto que al final se suspendió me hace apretar los dientes, mucho, y pensar que tuve que soportar que el maldito Xoel López berreara Copenhague me hace arrugar la nariz, mucho más)