4.26.2009

La sangre sabe a horchata


Déjame entrar es una pequeña joya, de esas joyas que te da pena no haberlas visto acompañada. Y te tienes que conformar con quedarte pensativa en el metro y sonreír cuando te viene la imagen de una pequeña vampira acariciando con la mano muy fría a su chico antes de dormir, esta es una de las escenas más tiernas de la película.
Me suelen gustar mucho las películas que hablan del amor entre niños casi adolescentes. No es por ese rollo de la inocencia, la ingenuidad y demás...de hecho eso apesta bastante, sino porque lo que se siente a esas edades es totalmente desinteresado. No reprochan, no se aprovechan, ni siquiera saben muy bien qué están haciendo, no juegan con nadie, sólo sienten.
Y eso, amigos, es amor.

4.19.2009

I'd like to take you to I place I know


Por fin vuelve, no habla de atar las piernas...pero algo es algo.

4.11.2009

4.10.2009

Es obvio que no sabes remar


Él nunca supo tomarse nada en serio. Y a ella le gustaba. No se cansaba de los juegos, ni de la magia. Cuando pensaba en el final de las cosas sentía un cosquilleo que le impedía sonreír. Lo peor que le puede pasar a alguien es perder la sonrisa. Ellos lo sabían. Lo saben. Odiaban tener que explicar las cosas, tener que justificarse. Eran ajenos a todos, menos a ellos mismos.
Paseaban todos las soleadas mañanas que podían y él conseguía levantarla de la cama. Su voz almendrada y susurrante era el despertador diario de ella, le esperaba en sueños, antes de abrir los ojos. Cada noche, lo último que él recordaba eran las manos de ella recorriendo su espalda. Le encantaba el escalofrío que sólo ella era capaz de conseguir.
Él solía besarle la nuca, era su parte favorita. Había logrado sacrificar sus ocho horas de sueño para vivir de noche con ella. Veían una película, hablaban, fumaban, soñaban, reían, vivían.
Y poco a poco se fueron dando cuenta de que nadie les alcanzaría, que ellos irían mucho más rápido. Eso sí, nadie les avisó de que, al final de ese camino, siempre suele haber un precipicio.