
Déjame entrar es una pequeña joya, de esas joyas que te da pena no haberlas visto acompañada. Y te tienes que conformar con quedarte pensativa en el metro y sonreír cuando te viene la imagen de una pequeña vampira acariciando con la mano muy fría a su chico antes de dormir, esta es una de las escenas más tiernas de la película.
Me suelen gustar mucho las películas que hablan del amor entre niños casi adolescentes. No es por ese rollo de la inocencia, la ingenuidad y demás...de hecho eso apesta bastante, sino porque lo que se siente a esas edades es totalmente desinteresado. No reprochan, no se aprovechan, ni siquiera saben muy bien qué están haciendo, no juegan con nadie, sólo sienten.
Y eso, amigos, es amor.